Bennet Cerf, ex presidente de la empresa editora Random House, Inc., de Nueva York, fue una de las personas más solicitadas del mundo, pero su apariencia no era precisamente atractiva, ni su voz agradable; tampoco era un gran orador.
Pero Bennet parecía estar siempre de buen humor, y se interesaba mucho por la gente. Tan intenso era este interés que, luego de pasar diez minutos con él, las personas acababan enfrascadas en una animada conversación… por lo general acerca de sí mismas.
Y es que Bennet tenía, ante todo, la cualidad de ser amable. En mi experiencia diaria e descubierto que, si una persona sabe ser agradable con los demás, estos le perdonarán cualquier error que cometa. En caso contrario, de nada le valdrá hacer bien todo.
Esto es lo que se llama “factor de simpatía”. En política, los “votos de simpatía” pueden ganar elecciones, y lo mismo ocurre en el mundo de los negocios. Aquellos dirigentes que saben ser resueltos, y a la vez amables, son quienes seguramente formarán la futura élite de nuestras sociedades. Y ello se debe a que los dirigentes-en todos los campos- tienen que actuar convenientemente, en escenarios abiertos al escrutinio público, ganándose así la buena voluntad de todos: superiores, colegas, subordinados, colaboradores y medios de información.
Nadie puede enseñarnos con precisión a ser amables, no obstante, sí es posible definir algunas cualidades que tienen las personas amables.
El optimismo; “el pesimista ve la dificultad que hay en cada oportunidad, y el optimista ve la oportunidad que hay en cada dificultad”.
Los optimistas piden frecuentemente ayuda a los demás.
Al relacionarnos con personas que siempre se quejan de lo mal que las ha tratado el mundo, lo único que deseamos instintivamente es alejarnos de ellas.
Lejos de autocompadecerse, los individuos amables siempre están dispuestos a ayudar, a no inmiscuirse en las vidas ajenas, y a reírse espontáneamente, sobre todo de sí mismos.
Otro atributo de la persona genuinamente amable es su capacidad de lograr que los demás se sientan bien. Los jefes que saben dominar sus emociones no ponen nerviosos a sus subordinados. Estos dirigentes aceptan a los demás tal como son, estimulándolos así a ser más productivos.
Según estudios efectuados por reclutadores de personal ejecutivo, muchas personas pierden sus empleos, no por falta de capacidad, sino simplemente, por problemas de personalidad. Por su parte, Bottom Line Personal, prestigiosa publicación de negocios, observa lo siguiente: cuando un ejecutivo alcanza los mandos intermedios o aun superiores, el criterio esencial de evaluación de su propio desempeño es su capacidad de comunicación con sus superiores y de motivación con sus subordinados.
Las personas amables, en suma, no se toman demasiado a en serio, ni a sí mismas, ni a sus cargos. Esto se evidencia, tanto en sus presentaciones públicas, como en sus relaciones personales.
¿Es usted el tipo de persona con quien otros disfrutan de estar cerca? La respuesta a esta pregunta puede ser, en uno o en otro sentido, tan importante para su carrera como para su vida misma.
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