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domingo, diciembre 24, 2006

MI PRIMER TRABAJO


El limpia botas
Mis padres eran dueños del pequeño restaurante Pagonis, en Charleroi, Pensilvania. El pagonis permanecía abierto las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y mi primer verdadero empleo, cuando yo tenía seis años de edad, consistió en lustrar el calzado de los clientes. Mi padre lo había hecho de niño, así que me enseño a desempeñarlo correctamente y me ordenó que, al terminar, preguntara a cada cliente si había realizado yo un buen trabajo, y ofreciera repetir la lustrada en caso de que no hubiera quedado complacido.
Conforme fui creciendo, aumentaron mis obligaciones. A los diez años, recogía los platos sucios de las mesas, y estaba a mi cargo la limpieza. El rostro de mi padre resplandecía cuando me dijo que era yo el mejor “mozo de limpieza” que hubiera tenido nunca.

Trabajar en el restaurante era para mí motivo de gran orgullo, porque así contribuía al bienestar de toda la familia. Con todo, mi padre me advirtió claramente que debía yo cumplir con ciertas normas para merecer formar parte del equipo: había de ser puntual, diligente y cortés con la clientela.
Salvo por el trabajo de lustrar zapatos, nunca recibí pago alguno por ninguna tarea que llevé a cabo en el restaurante. Un día, cometí el error de pedirle a papá que me remunerara con diez dólares semanales. Me respondió: “De acuerdo; pero, ¿cuánto me pagarás por los tres alimentos que tomas aquí diariamente? ¿y cuánto me darás por las veces en que convidas a tus amigos a limonadas?” Calculó que yo le salía debiendo unos 40 dólares a la semana.
Así aprendí que, al negociar, más vale conocer los argumentos de la otra parte tan bien como los propios.

Recuerdo cuando regresé a Charleroi después de servir en el ejército unos dos años. Acababan de ascenderme a capitán, y entré en el restaurante de mis padres rebosante de orgullo. Lo primero que papá me dijo fue: “Hoy es día de descanso del mozo. ¿Qué te parece si haces la limpieza esta noche?”.
¡No lo puedo creer!, pensé. ¡Soy un oficial del ejército de Estados Unidos! Pero eso no importaba; a los ojos de mi padre, yo sólo era un miembro más del equipo. Fui a buscar un trapeador.

Trabajar para papá me enseñó que lo fundamental era la lealtad hacia el equipo. Y no importaba si ese equipo trabajaba en un restaurante familiar o en la operación tormenta del desierto.

El teniente general William Pagonis ganó su tercera estrella durante la guerra del Golfo Pérsico, por dirigir el desplazamiento y el abastecimiento de las tropas estadounidenses en lo que tal vez haya sido la máxima hazaña logística de la historia militar moderna.


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